Tenzin,
Ngawang y otras revelaciones. Autor: Santiago Marmol Hoy
ví a Tenzin Gyatso, un viejito simpático, un poco encorvado, pelado y con
lentes, que ataviado solo con escasas ropas de color bordo y amarillo, regalaba
una sonrisa amable y amistosa a cada persona que, con su paso corto pero rápido,
iba dejando detrás. Este
hecho que al principio puede parecer irrelevante, deja de serlo automáticamente
cuando aclaro que el encuentro no fue de ninguna manera fortuito, y que este
anciano tibetano de 67 años es, nada menos, que la décimocuarta reencarnación
de Gautama Siddharta Buda, un príncipe indio que seis siglos antes de Cristo
abandonó a su mujer y familia y se retiró a meditar durante seis años
buscando el camino que lo conduciese a la liberación de los sufrimientos que
provoca la misma existencia. En
otras palabras, hoy estuve ante el Dalai Lama, la reencarnación del Buda de la
compasión, el Buda viviente, lo más cercano a ver a un Dios que se puede
estar. Mi
jóven amigo Ngawang Namkha, uno de los tantos monjes tibetanos budistas que
viven en exilio tras la invasión del ejército rojo de la china comunista de
Mao en el 59` ( invasión que dejó un saldo de 1.2 millones de asesinados; décadas
de sometimiento a brutales torturas, represión e intimidación-existen reportes
de abortos forzados y de esterilización de mujeres tibetanas-; mas de 6000
monasterios y templos destruídos y la privación de los mas básicos y
fundamentales derechos humanos como son la libertad de expresión, libertad de
lenguaje, de movimiento, de religión y de educación) me aclara algunos
conceptos erróneos y me revela muchos nuevos. -No,
Santiago- me dice Ngawang llenándose de infinita paciencia ante mi bombardeo
ininterrumpido de preguntas- no está del todo bien considerar al Dalai Lama
como un dios. Más que un líder religioso es nuestro líder espiritual. Los
budistas, en lugar de centrar nuestra atención en un ser supremo hacemos
hincapié en asuntos mas prácticos, como buscar el modo de vivir bien. El
budismo propone un sabio conocimiento y estudio de la mente en lugar de una
determinada visión dogmática. De hecho, el budismo no se considera una religión,
sino que pertenece al reino de la filosofía, la ciencia y la psicología. -Entonces
ustedes niegan rotundamente la existencia de un Dios como entidad superior?-
pregunté un poco emocionado, arrastrado por mi esceptisismo exhacerbado. -Así
es, nosotros planteamos la existencia de una energía divina en la que debemos
fundirnos tras una vida pura. El hombre sufre de emociones básicas como la
ignorancia, el enfado, el orgullo, el apego y los conceptos distorcionados.
Estas sensaciones causan frustración en la mente. Cada persona deberá
reencarnarse cuantas veces sea necesario hasta que comprenda que los deseos no
son mas que ilusiones sin importancia, entonces se habrá convertido en un Buda
y alcanzará el Nirvana. Lo
interrumpo- quiere decir que yo puedo convertirme en Buda. Me
mira y puedo leer en sus ojos las claras intenciones que tiene de decirme: -vos
pedazo de cavernícola, estás mas cerca de ser el eslavón perdido que de
empezar a comprender lo que significa alcanzar el Nirvana-. Pero se contiene, es
un monje tibetano y por lo tanto no tiene permitido perder el control. Me pone
una mano en el hombro y me responde. -No
alcanza con querer ser un Buda y poder serlo, va mucho mas allá. Ngawang
me habla del dharma y de la meditación, de la educación y la disciplina, del
camino a la liberación y de las privaciones y sacrificios que eso conlleva. Me
habla de no matar, ni robar, ni mentir. -No
parece muy dificil- comento riéndo, tratando de hacerlo enfadar, aunque sé que
es imposible. El
también se ríe y decide ganar la contienda por KO. -Renuncia
absoluta al adulterio y a la ingestión de sustancias tóxicas. Me
tomo la zona genital y le digo- Golpes bajos no !! Nos
reímos juntos, nos sacamos una foto y dejo que él elija los nuevos temas de
conversación. Al
atardecer, mientras miro casi como hipnotizado la belleza de las cimas de nieves
eternas del Himalaya y el contraste del verde y fértil Valle del Kangra con su
bosque de rododendros, destapo una cerveza perlada de frío sudor, siento el
contacto de su espuma sobre mi labio, alcanzo a oler su embriagadora fragancia,
saboréo el primer trago, amargo y helado, deslizándose por mi boca y mi
garganta y anoto en un pedazo de papel que está sobre la mesa:
si así estamos bárbaro Dharamsala,
India. 15 de mayo 2002
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