Sobre “Sabiduría Garantizada” de Doris Dörrie

 Autor: Sebastián Russo.

 

           Siempre es riesgoso crear expectativas. Y más, cuando éstas (las expectativas) parecen justificadas. No es lo mismo una expectativa liviana, desmotivada, que otra (otra expectativa) con razones, certezas, ansias. Fue de este último tipo (de expectativa) con la cual ingrese a la sala en donde se proyectaba Sabiduría Garantizada. Claro, ya el nombre no era muy alentador, pero estaba ella, la directora, la misma de la sorprendente Soy linda?, que tampoco tenía un titulo demasiado alentador, y que sin embargo maravilló(me) con una dinámica estructura de narración, una musicalidad (no sólo sonora) y actuaciones muy interesantes, que desde un alemán (ya que los actores hablaban alemán), que por lo frío de sus disonancias, sedujo por el contrapelo de lo pasional de su contenido. Sabiduría Garantizada, en cambio, no pudo resarcirse de su inocuo y ayanquizado titulo. Empieza como termina, inocua y ayanquizada. Qué quiere decir esto? No sé, pero suena bastante ilustrativo no? Inocuo suena a inofensivo, y si, es inofensiva, y ayanquizada suena a estereotipada, y si, es estereotipada. Se trata de dos hermanos, alemanes ellos, muy occidentales ambos. Formas de vidas opuestas, que poco a poco se van evidenciando (cuándo no) sumamente similares. Uno, un típico vendedor, pragmático, locuaz, astuto, el otro, entregado a la meditación, sugiere -como forma de ganarse la vida- orientaciones espacio energéticas de , por ejemplo, camas, feng shui que le dicen. Uno extrovertido y llano, el otro tímido y complejo. Ambos, terminan embarcados en un exótico viaje a un monasterio budista, previo paso por Tokio. Al locuaz lo dejó la mujer, al otro lo desestabilizó un cliente homosexual. Ambos viajan, en búsqueda de claridad, de serenidad. Uno, el locuaz, es exitoso, el otro, el obsesivo, vive  aterrado por el fracaso. Conflicto en puerta. Y el desatino (y por tanto, la desilusión, mi desilusión) reverdece: la conformación de los personajes es estereotipada, extrema, paradigmática, por tanto, poco creíble. También tiene poco tino la situación en la que se enmarcan, ellos, los hermanos estereotipados: prototípica del viaje a dúo entre personajes opuestos que terminan confraternizando. No menos escaso de tino es la relación que se genera con el destino del viaje: Japón. Ya que están los celulares –cientos de ellos-, la multitud hormigueante, los marginados de dicha rutina hormiguera, la comida, el idioma, es decir, todo lo que a un turista le provoca curiosidad, pero claro, hay una historia que contar. Y Sabiduría Garantizada (qué titulo, no me canso de sorprender) se difumina en el Japón, con sus japoneses, y sus costumbres, japonesas (qué otras?), y la historia vaga, y se pierde, como los personajes, en una maraña de japoneidades, que no deja de hacer percibir aquel (este) etnocentrismo. Solo al final, cuando (por fin!) llegan al monasterio, la historia vuelve a configurarse como tal, como historia, y toma algún cariz de interés. Como cuando los hermanos se dejan llevar por resentimientos añejos, y el mínimo gesto se convierte en huella de odio, y las comedidas formas occidentales ceden y el instinto fluye. Pero, casi con obcecación, vuelve lo esperado (lo esperable): el locuaz, el pragmático, el descreído, de repente, se transforma en el mejor de los alumnos zen, para el obvio trinar (interno) del otro. Este (el otro, el introvertido, el complejo, el que medita, y lee sobre budismo), que inicia con dificultades las estrictas prácticas del monasterio, cuestión ésta que lo enfrenta con su terror, el fracaso, va encontrando lentamente su mejor estar, curiosamente a partir de sugerencias y charlas de su primeramente subestimado hermano. Todo finaliza, cuando, los antes renegados y opuestos hermanos, dejan el monasterio, comprensivos, abiertos, en paz, hermanados. Los otrora occidentales y rivales personajes, culminan recitando juntos y en armonía oraciones zen, dentro de una carpa, como vagabundos existencialistas, mientras al lado de ellos, alguien juega al tenis, de noche, y sin luz.

 

12-02-2002

 

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