Paula C. Calvo
Me llamaron temprano. Había llegado un
caso que nadie quería tomar .Soy defensora de oficio. Encontré al hombre en
medio de la celda vacía. Parecía tranquilo, parecía triste, hasta podría
decirse que parecía inocente.Llevo algunos años en este trabajo y con el
tiempo se hace cada vez mas difícil ver la inocencia esperando tras las
rejas, será que así es mas fácil liberarse de la culpa cuando uno no puede
romper las cadenas.
Como les decía,,este hombre flaco y de
mirada profunda parecia inocente. El se confesaba inocente, a pesar de aceptar
que era suya la navaja y suya la mano que la empuño aquel dia. Enseguida pensé:
"demencia".
Comencé el interrogatorio y a medida que
avanzaba con las preguntas, la idea de demencia se disipaba. El tipo parecía
tan cuerdo y tan lógico que al final de aquella entrevista ya estaba aferrada
a la emoción violenta.
Ramón Urquijo, así se llama, nunca antes
mato a nadie, es carpintero. Aquella noche, no sabe por que, agarro la navaja
y salió a caminar por las calles que no conocía. Cuenta que no tenia intención
de lugares ni tiempos, cuenta que las piernas "le caminaban solas".
Cuenta que cuando encontró a Mario Ramírez,
la victima, en aquella esquina, supo de inmediato que debía sacar la navaja y
clavársela en el pecho.
Nunca antes había visto a Ramírez, no
sabe lo que hizo, sin embargo esta seguro de que volvería a hacerlo, que
necesito hacerlo tanto como respirar, y que, en esta necesidad el diablo metió
la cola. Afirma que es inocente y que nadie puede condenarlo por un acto
vital. Ya se que soy abogada, y que los asuntos del diablo y su cola no tienen
nada que hacer en los estrados, pero, no se por que, acepte aquel caso.
Empecé por investigar los últimos actos
de Ramírez. Salió de la oficina a la hora de siempre. Pero cuando estaba
esperando el colectivo en la esquina de siempre, con el compañero de siempre
de pronto se aflojo la corbata y le dijo al compañero: "chau, me voy
caminando, no se por que, siento que la sangre se me sale de las venas".
Al compañero le pareció que tantas horas
de balance, terminan trastornando a cualquiera, sin embargo le extraño que
caminara en dirección opuesta a su casa.
Ramírez camino por las calles que no
conocía y que no conducían a ningún sitio familiar. De aquel modo errante
llego a aquella esquina.
Lo que paso después ya se sabe, Urquijo
saco la navaja y le atravesó el corazón. La sangre se escurrió por la
alcantarilla a una velocidad sorprendente, el olor a muerto descompuso a
Urquijo hasta el vomito y corrió a entregarse.
Cuando le pregunté a Urquijo si estaba
arrepentido o sentía culpa me miro y me dijo:
-No, el también me estaba esperando.
levante las cejas asombrada, entonces
agrego:
-Lo se porque me miro al los ojos como
diciendo: por fin llegaste.
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