UN ÁRBOL LLAMADO PABLO
Autor:
Luis Tamargo
Entre los humedales se fue abriendo paso ahora más ligero, aunque bastante fatigado. Atrás quedó el peligro de la zona pantanosa y de los tramos que hubo de travesar con el agua llegándole hasta el pecho. Sujetando el machete por encima de la cabeza, con los dientes apretados, avanzó con lentitud cada centímetro, tragándose el sudor que goteaba de su barba rala, hasta que por fin el lodo se tornó firme y pudo correr hacia el bosque. Un suspiro de esperanza pareció resucitar de sus sofocados jadeos cuando penetró en la espesura. Sin detenerse, continuó la desenfrenada carrera, apartando a golpe de machete la maraña de lianas que obstaculizaba su camino. Un camino improvisado sobre la marcha, inventado por el filado cincel del único arma del que ahora podía fiarse. También atrás quedó el galopar tumultuoso y los ladridos salvajes de las fieras desbocadas, alentadas por los gritos no menos fieros de sus perseguidores.
Corrió
y corrió hasta caerse, hasta que todo ápice de energía se esfumó,
desgastado. Su rostro quedó hundido en el barro del suelo, entre las hojas, al
pie del gran tronco, bajo el frondoso techo del bosque.
Aquella zona de la costa oriental era conocida por la bravura de los
piratas que la custodiaban
y, por tanto, tan temida como evitada. Sin embargo, la galerna que le desarboló
el palo mayor fue una más de las que frecuentemente se desataban en el
área en aquella época del año, dejándole
así a merced de las aristas rocosas de los
arrecifes, sembrados
indiscriminadamente por la mano del diablo. Advertido del
riesgo,
el inoportuno temporal vino a complicar el viaje
inesperadamente.
Sin fuerzas para oponerse a los piratas que lo capturaron hubo de
padecer un tortuoso
cautiverio, interminable de no ser por el descuido igualmente inesperado de sus
captores que, oportunamente, supo aprovechar. La persecución fue despiadada y,
durante la carrera, habló consigo mismo repasando cada pregunta y respuesta,
cada uno de los motivos que lo habían empujado tan lejos en el viaje de su
vida.
Recordaba
la voz de su amigo Pablo animándole con tono amable, apaciguando sus miedos.
Pensándolo bien no conocía a nadie con aquel nombre, pero sí reconocía lavoz
familiar del amigo. Le hablaba del hogar y de las gentes que amaba en la otra tierra
firme, de donde partió. Sí, se decidiría a volver, iba siendo hora de
regresar.
Ahora
mismo no existía nada que más deseara y, llorando, se abrazó a su amigo,
desconsolado. Así, abrazado, se despertó, con sus brazos alrededor del enorme
tronco redondo, queriendo abarcar el
ancho contorno del árbol que cobijó su sueño… Pablo, Pablo!, gimió aún
levemente, mientras
despertaba, incrédulo.
De vuelta a casa fue lo primero que hizo, según vino proponiéndoselo
durante todo el trayecto. Llegó al
pueblo dispuesto a dedicarse en exclusividad a cumplir aquella
promesa. La antigua casa de piedra
seguía en pie, aunque en ruinas y, así, recorrió cada rincón de infancia y
los recuerdos que aún pervivían en los lugares que amó. Dejó que sus pasos
le guiasen o, tal vez, fue el propio sendero
que llevaba a la fuente el
que lo guió… Por un instante dudó y se preguntó por dónde… Por aquí,
por aquí!, reconoció la voz, al final de la linde con el bosque. Se sentó allí,
bajo el árbol grande,
apoyado en el respaldo confortable de su grueso tronco y, extrayendo el libro
del petate, leyó durante horas, ininterrumpidamente, hasta dormirse. Al
despertar, se despidió… Hasta mañana, Pablo!
…Hasta
siempre, amigo!, respondió el árbol, mientras se iba alejando.
____________________*APUNTE
BIOGRÁFICO:______________
El autor, LUIS TAMARGO, es natural de Santander, en el norte español. Cursó estudios de Filología Hispánica y, aunque sin finalizar, aún mantiene viva su inquietud literaria, fundamentalmente poética. Al mismo tiempo, conjuga con su profesión este su sentir artístico, enriqueciéndose ambas en armónica coexistencia. Publicó en 1998 un pequeño libro de poemas, titulado “Escritos Para Vivir”. Y con “EL CANTOR DE OLAS” pretende estrenarse en el campo de la prosa, a la que aporta una dimensión poética emocional.
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