Autor: Rolando Lazarte
Tengo mi cuadernoTengo mi cuadernocomo
otros tienen su guitarra o
su piano. Cuando estalla una plegaria bajo
a las lineas y canto aunque
en silencio Canto mientras cuento. No
estoy solo si sopla el viento en
mi pecho y el renglón recibe
las letras como notas Canción. Para
nadie. Para
mí Porque
sí.
Los
Otros
Que hay muchos
burros del mismo pelo es sabido.
Pero con el mismo
nombre, es jodido.
Haber otros
Rolando Lazarte
puede ser a esta
altura de la vida
como saberse
copia, clone
o talvez peor, mera
xerox,
arremedo, calco,
repetición, imitación.
Salvo uno que
parece trabajar en
californianos
astilleros, los demás
o el otro
multiplicado, ya no sé,
y esto refuerza la
imagen de producción en serie
escriben, como yo,
en publicaciones
de izquierda, las
mismas,
como si hubiera
una secreta
combinación de
confundirse
y confundir.
Cocaleros, cortes
de ruta
escribe uno.
memoria, historia,
incluye el otro.
Y entre unos y
otros,
editores y
lectores
confundidos como
el o los
propios escritores
del mismo nombre,
sigue la danza de
los asemejados que
se sospecha, son
una
nación Rolando
Lazarte
No me he dado el
trabajo de leerlos,
talvez sin
saberlo,
por el temor recóndito
al espejo,
como dijera el
viejo
Borges, o talvez
por una secreta
aversión
a tanta repetición
en momentos en que uno mismo,
ya tan repetido
para sí en tantos años,
aunque con cierta
pena de originalidad irremediablmente perdida,
no deje de
experimentar cierto alivio.
Si me vienen a
procesar, diré que fue el otro
Si quieren darme
un premio, soy yo mismo.
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Esas tardes de ocio Esas
tardes de ocio, Los
recuerdos bajaban A
los estantes de la Memoria Anidaban
los nichos Rehaciendo
dichos Dibujando
de nuevo Los
pasos pasados Como
si la vida Se
inaugurara otra vez A
cada vuelta de hoja A
cada instante Cada hora.
El comienzo del ovillo Un día un año, Conocía la historia Pero no era Historia era Recuerdo Flores eran flores Mundos misteriosos Y aquello recóndito, Amor Esa canción infinita Brotándole en el pecho Y el sol en tus ojos Otro sol en miniatura Pequeño El comienzo del ovillo 6/7/01
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Los
Beatles cantan “Still my guitar…” Los
Beatles cantan “Still my guitar gently
wheeps” y una luz del sol se filtra desde el
piso de arriba, bajando por la escalera. Ahora
viene Ob-la-di Ob-la-da. Y Danny viniendo
desde el norte y el pasado. Ya es un
infierno de ruidos la calle. No
sé de donde salen tantos autos. Por qué tantos.
A dónde creen que van. Será la envidia
de no tener uno. Más vale. La
botella de vidrio panzona refleja una raya Vertical
de luz, y el viento refresca esta Tarde
caliente. Ya
es setiembre de 2001. Una flor blanca con
centro amarillo como que camina o corre por
un mar verde. Un
florero de barro, dos grandes flores blan- Cas,
dos crisantemos azul oscuro y un fondo Celeste. (4-9-1)
Hojas
de agua Como un mar que no aterriza Hojas y hojas de agua incesante Busqué un lugar bajo el cielo Talvez menor, talvez mayor Talvez igual a ese mar incontenible O al abrazo de las hojas de agua
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Varios
textos nos eran caros en aquellos tiempos.
Gibran:
El amor.
El principito.
Desiderata.
Y
algunas canciones y conjuntos.
Muchacha,
ojos de papel.
Y su similar británico, Girl.
Vox Dei.
Pero
no siempre se podía cantar o citar lo que uno cantaba o citaba. Había una
dictadura de izquierda que disciplinaba lo que era y lo que no era
“revolucionario”. Eran muy serios, la mayor parte de ellos.
Y
nosotros los teníamos como héroes. Algunos lo fueron, no hay cómo dudarlo.
Otros no dejaron su nombre en listas de desaparecidos pero no por eso habríamos
de olvidarnos.
No
habríamos de olvidarnos de la mayoría de las personas que quería un país
mejor. Una Argentina sin hambre, sin injusticia, sin dominación. Ellos fueron
estafados por la “democracia” y la “dictadura”.[1]
“Izquierda”
y “derecha” los dejaron a un lado. Nos dejaron a un lado. No éramos ni
somos militantes de nada. No vestíamos ni vestimos uniformes distintos que el
del taller o la escuela, la fábrica o la casa.
Formábamos
un ejército sin jefes otros que esas canciones y esos textos que cantamos
entonces como hoy, sin preguntarnos si son “revolucionarios” o
“progresistas”o “místicos” o “posmodernos” o lo que fuera.
Los
cantamos porque nos gusta. Y a algunos les gusta y a otros no. A mí me gustaban
y me siguen gustando Los Beatles, Los Iracundos, Los Gatos, Vox Dei, Sui
Generis, Charly García, Gardel, Mercedes Sosa.
Pero
no “porque ...” sean esto o aquello, ni porque “quieran decir...” esto o
lo de más allá. Me gustan porque me gustan. En aquellos años 1966-1973, sin
embargo, todo tenía que tener un rótulo adecuado. Y en 1976-1983 más adecuado
todavía.[2]
Tenía
que ser revolucionario, del mismo modo que después tuvo que ser progresista,
moderno, neoliberal, occidental y cristiano . . . científico, lógico,
correcto, normal, práctico . . . aprobado. Aceptado y sancionado[3].
La
“izquierda oficial”—y eran innúmeros los grupos que reivindicaban el rótulo—nos
consideraban una especie de “compañeros de ruta” y la “derecha”—que
nunca dejó de ser oficial— nos llamaba de “idiotas útiles.”
El
tiempo pasó. El llamado “socialismo nacional” de Perón, Cámpora y el
Frejuli, se reveló una antesala del infierno. Buena parte de esa juventud que
creyó en las palabras de un general pronazi fantasiado de socialista, sufrió
los golpes de ese mismo general, o de los que le sucedieron en 1976.
Ni
Perón-López Rega ni Videla-Bignone perdieron tiempo con sutilezas ideológicas
o semánticas. Barrida general de zurdos y raros. La dominación en Argentina se
haría por el mercado, el banco, las finanzas, el dólar, la plata, el dinero,
la mosca, menega.
La
“democracia” post 1983 sigue la línea trazada por Martínez de Hoz y Cia y,
por qué no decirlo, de los sectores dominantes de Estados Unidos y su brazo
ONU-FMI: concentrar riqueza, desemplear, terciarizar, tercerizar, privatizar.
Crecen
los contingentes de excluidos en un país que se enorgullecía de no tener
analfabetos, desempleados, y en el cual los marginales fueron siempre minoría.
Marginales, hay que decirlo, se refugiaban en el gobierno y en la política.
Son
los que engañaron y mintieron desde el gobierno y las instituciones, los que se
cagaron en el pueblo y en la gente. Y aquí entran los Montoneros --¡están
volviendo!—cuyo respeto por la vida humana fue nulo. Firmenich entregó sus
militantes a la carnicería en 1978. Pacto con Massera.
Son
los traficantes de fe y esperanza, que desde dentro y desde fuera de las
instituciones, se cagaban en todo. Eran los militantes del ERP que en plena
dictadura usaban “idiotas útiles” para transportar panfletos cuya tenencia
podría costar al portador la vida.
Son
los que amnistiaron a los militares asesinos y borraron las huellas del
genocidio, huellas que llevarían a los Mendes y Bushes, Yabranes y Nazarenos.
Son los Caballos que liquidaron el patrimonio nacional y hambrean hasta hoy, a
contrapelo de una Argentina que se levantó y dijo basta.
Dijo
basta de desapariciones, exigiendo que aparecieran con vida los desaparecidos en
plena dictadura, con un coraje que ningún Astiz tendría. Dijo basta de hambre
y desempleo en innúmeras protestas por todo el país. Frenapo.
¡Frená,
po! Decían e insistían los argentinos: ¡NO! Un no tan contundente que se fue
transformando en SÍ. Y ya no pedían al gobierno: hacían con sus propias manos
y lo siguen haciendo. ¿Hay hambre? Los vecinos organizan comedores.
¿No
hay dinero? La gente intercambia bienes y servicios en los mercados de trueque.
Ha nacido un nuevo país. Su Dios no es el Dólar de Caballo, Mendes y Bush. No
es el importado de Martínez de Hoz y Videla. No es el plazo fijo.
No
es el “socialismo nacional” de Perón o Muerte Montoneros. No es la
“patria socialista” ni la “patria sindical” ni la “patria
financiera”. La patria no está allá o acá.
Está en vos o no está en ningún lugar.
Así
decía Hermann Hesse. Otro de los libros que leíamos en aquellos tiempos, y que
no dejamos de leer. Así como El Principito, Gibran, la Biblia, Historias de
Cronopios y de Famas. Bestiario.
El
lobo estepario. El color que cayó del cielo. Lovecraft. Poe. Armando Tejada Gómez.
Joan Manoel Serrat. Joan Baez. Joe
Cocker. Rolling Stones. Los
Gatos. Arco Iris. Sui Generis.
Mañana
campestre,
Perfumada
de azahar,
Un
gorrión escapa de tu voz,
En
el río las caras de los dos.
Pero el tiempo nos cuenta la historia de un lugar
Corramos al monte
A
preguntarle a un nogal
Si
es verdad que llueven rosas de cristal
Pero
el viento nos cuenta la historia de un lugar
Mañana
campestre, mañana campestre . . .
Rolando
Lazarte
© Rolando Lazarte, 2001. Todos los derechos reservados
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