La cama de Dora

Ella permanecía inmóvil  mientras el bicho se iba deslizando por su cuerpo... reconrriéndola lentamente.
Sintió como las patas peludas rozaban sus labios. El olor fétido, le revolvía el estómago. Un frenesí de escozor y asco recorría sus venas. De pronto, una brisa movió la cortina cercana a su cama.
Se escuchó su dentadura crujir, luego el sonido de cuando pasa algo desagradable. Ella, inmóvil,  pasó su lengua por los dientes, tratando de calmar la sensación asquerosa que trepanaba su garganta.
  
Daniel Montoly//2oo2

Cuando colgaban los domingos

Cuando colgaban los domingos... salieron ocultos por las callejuelas, esta vez, como blancas visiones del ocaso.
Sólo uno había quedado atrapado entre las tantas almas absortas por el miedo. Se sentó a un extremo del atrio, mientras colgaba de sus ojos toda la historia de la iglesia. Lo vi más tarde: temblaba mientras relataba lo ocurrido, temeroso de que la sombra volviera en cualquier momento a llevárselo a su reino.

Daniel Montoly//2oo2

 
                  El sobre

El hombre lo soltó al ver venir el carro y el sobre se fue volando con la brisa. El perro fue en su búsqueda, tratando de atraparlo para devolvérselo a su amo. El hombre al ver lo que pasaba, se puso bastante nervioso. Sintió pánico de pensar que el perro lo lograra.

Daniel Montoly//2oo2

                                   Pájaro

El pájaro esquiva tu cabello
y vuela al fondo plano
justo al atardecer.
Un arpa suena inquieta
besando tus párpados de pan;
tus lenguas se pasan
por mis dedos nocturnos
y quedan rastros en mi memoria.
Traigo tu canción en mi camisa
y tus célibes tropiezos
liberan huevos dudosos
atados por siglos a la cintura
del letargo.
Sé que allanará la raíz,
con vínculos en las páginas
lubricará las letras,
húmedas de ti
será fácil que crezcan
en mi espalda
como vértebras del pájaro
que calla en las pieles de los juncos
y circulan en las avenidas.
Pájaro, pájaro, pájaro.

Daniel Montoly//2oo2


                       Man in blue

                        A Reinaldo Arenas

Yo te escribía tres mentiras
guajiras Yemallá,
 y Ochún jugaba
con las negras mariposas
que surfeaban en las lámparas:
hogares de genios cosmopolitas.
Nos drogábamos los espíritus
con vainas oscuras
y perniciosas
que dan ataques de alegría
sin ser días festivos.
De lo profundo
se desplomaban las voces
de las gallinas existenciales
que dejaban huevos agridulces
en las retinas salobres.
¿Qué más quería?
¿Volar cometas con cielo nublado?
-No, las rosas
no caminaban Yemallá
era tu sequito de Orishas
los que danzaban-.
Los tambores gritaban lunes
feriado con balsas
y Key West era el paraíso:
el Canaán de los nuevos israelitas
transeúntes del trópico.
En su arena blanca
soñábamos levantar chozas
de rumbas, son y salsas borregas
para turistas incautos.
No fue así,
por ello te escribo
tres mentiras mediáticas:
Estoy bien,
no te necesito,
déjame la puerta abierta
por las noches cuando duermas...
No me preguntes si vuelvo
que esas cosas no se dicen
a estas alturas
cuando las nubes lucen sus calvas
y los dólares parecen ser cuervos.

Daniel Montoly//2oo2

 

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