LA MATRACA.
Autor:
Daniel Montoly
Siempre
que pasaba, ahí estaba con sus constantes mímicas echándolas al aire,
discutiendo con alguien invisible que le fastidiaba la vida sin saber uno con
quién. Pero resultaba extraño a los ojos de quienes no le conocían, que
siendo un loco siempre llevase ropas bien planchadas y zapatos lustroso, algo
inusual para una persona enajenada.
Yo
que le conocí desde la niñez sabia cada etapa de su vida, fui vecino por quién
sabe cuántos años, su madre era la culta del barrio, la señorona que siempre
miraba con la rabiza del ojo, con esmerado hablar que nos hacia sentir a todos
unos burros con piernas.
Su
hijo nunca jugó en la calle, siempre se la pasaba estudiando en la sala de su
casa cerca de la ventana con un deseo enorme de ser normal, pero ella, su madre
tenía un temperamento de perro, incluso entre los niños la bautizamos
como " La Matraca", su regia figura inspiraba un fuerte miedo. Pedrito
que así se llama este " pobre hombrecillo" no tuvo oportunidad de ser
él porque su madre quería que fuese un Cervantes o cuando menos alguien que
dejara muestras de que su madre era una mujer culta y preparada.
Siempre
fue sobresaliente en la escuela, nunca bajó su nombre del cuadro de honor del
mes aunque tenia fuerte ojeras como quien ha pasado por una fuerte disentería.
Todos se burlaban de él, las chicas le tenían como un misántropo enemigo de
tener que hablar.
Cuando
hubo terminado sus estudios pre-universitarios, su madre se las ingenió para
que asistiese a una de las más prestigiosas universidades del país. Ella conocía
muy bien el mundo académico por su larga labor como docente de la universidad
estatal, así que quería para su hijo la mejor preparación posible y no dudaba
de mandarlo al extranjero a través de un programa de becas.
El
pobre chico entró a la universidad, ahí no hacía tampoco nada a no ser que
ser uno de los mejores en su carrera de Filosofía y Letras; tanta fue su
capacidad que el profesor Rodríguez no dudó en hacerlo su asistente y siempre
estaba rodeado de personas mayores que él.
Nunca
olvidaré el día de su graduación, fue escogido para decir las palabras de
introducción al acto y casi se nos desmaya en el escenario; lo bajamos y
le pasamos un poco de alcohol por la nariz, luego con las manos casi ajadas por
los roces terminó su discurso si nada de fallas o mala pronunciación, un
aplauso estruendoso se hizo sentir en todo el campus.
Con las conexiones hechas durante sus estudios en la universidad no le fue difícil conseguir trabajo en uno de los diarios de circulación más prestigioso como corrector de estilo. Cosa que para otra persona resultaría una labor de años para él fue sumamente fácil pues su fama de culto y preparado se extendió como una mala noticia en el mundillo literario.
Se
convirtió en una figura admirada y todas las personas ansiaban charlar con
él así como que criticara sus obras literarias pues decían que tenia ojos
para ver donde no miraban los demás críticos, así fue como vino a ganarse el
apodo de "El Francés" por su gusto por la literatura francesa.
En
su trabajo era todo un profesional, nunca fue llamado a la dirección a menos
que no fuera para felicitarlo. Revisaba minuciosamente cada artículo que
publicaban y leía de manera compulsiva hasta altas horas de la madrugada; todos
los diarios de día anterior buscando cualquier gazapo o falta ortográfica,
cuando alguna falta o gazapo se colaba lo subrayaba, cortaba la parte y lo
colocaba en un álbum
que tenía para su colección.
Con
su nueva afición fue desarrollando un hábito compulsivo por cazar errores y
faltas ortográficas que le robaban el sueño. Con una adoración de un
fetichista admiraba sobre la superficie plana de la página la falta y
ensimismado en su nueva adoración se pasaba su largo tiempo descuidando incluso
comer.
Para
su madre esto se transformó en una nueva preocupación, pues este no le hablaba
de formar familia ni nada parecido sino que se la pasaba en su oficina rodeado
de gazapos y faltas ortográficas así que decidió buscar ayuda profesional;
para buscar la raíz de la nueva adición de su hijo que no tardaría mucho
tiempo en encontrar un material en la red cibernética que hablaba de manera
pormenorizada del nuevo síndrome.
Un
grupo de estudiosos de la conducta humana comenzó un proyecto piloto para
analizar este nuevo desorden de la conducta mental que dieron por llamarle el Síndrome
Compulsivo de Cazar Faltas Ortográficas o SCCFO sigla en español ahí se
brindaban todos los pormenores sobre los avances en el estudio del nuevo
problema. Sin perder tiempo la madre adujo que ahí radicaba la razón de los
problemas del hijo.
Quiso
que él se hiciera consciente de su problema pero este no aceptaba diciendo que
tal cosa no acontecía, que solo se trataba de una afición algo así como
coleccionar sellos de correo, que no era lo que ella estaba pensando. Su madre
sabia que no era cierto lo que le decía pues el director del periódico le llamó
para hablarle de los constantes arranques de ira de Pedro cuando algún redactor
cometía alguna falta ortográfica.
-
Pedrito: creo que debe buscar ayuda
Psicológica para resolver esta situación por la que esta atravesando. Dijo la
madre
-
Pero
madre no es nada. Contestó
-
Eso que buscaste en el Internet son cosas
que los gringos siempre se inventan para justificar muchas cosas.
-
Bueno Pedro tú eres él que sabes,
asintió a responder la madre con una actitud de no discutir con su hijo.
El tiempo fue pasando y la situación
se fue haciendo mas tensa en su sitio de trabajo; que estalló un día cuando el
redactor de Política dejó pasar una garrafal falta que de no ser por los
astutos ojos de Pedro, hubiese ido a dar a la calle para burlas de sus amigos
que sabían que él era el corrector de estilo de dicho diario.
Hecho
un volcán irrumpió en la oficina del director con la nota de la redacción en
las manos y tirándolas en el escritorio del director demandó el despido de
aquel que pudo dejar pasar esto por alto. Lleno de miedo el director le dijo que
se calmara, que las cosas se resolverían de una manera diáfana; entre compañeros
y se cercioraría de que no ocurriese de nuevo.
A
su oficina el director le hizo llegar una nota, donde le comunicaba que en lo
adelante su trabajo, terminaba para el diario y le daban las gracias por sus
aportes en hacer del periódico uno de los mas leído y respetado.
Llegó
en la mañana, recogió sus cosas que se reducían a sus gazapos y faltas ortográficas
con la delicadeza de quien preparaba un cadáver las guardó en cajas sin dar
las gracias salió en dirección a la puerta de salida, ante los ojos asustados
de sus colegas que pensaban que ahora si sería la guerra.
Comenzó
a caminar por las calles en busca de faltas ortográficas en los letreros lumínicos,
en los afiches políticos post electorales cuando no encontraba nada, miraba la
brisa y como un psicópata en busca de zapatos rojos; buscaba gazapos en
las olas de esta; eso si, nunca se le vio sucio ni dejó sus ropas de
estar bien planchada. " La Matraca" no perdía el cuidado de que sus
pantalones fueran de casimir, camisa Van Housen, zapatos floshein y
siempre limpio aunque estuviera loco.
Hoy,
un condenado le robó los zapatos y en cambio le dejó una chancletas que le
quedan pequeñas. Y la camisa de cuadros con la que salió, vi a un proxeneta
con ella puesta caminando como un dandi y dejó al pobre Pedro en
calzoncillos.