TRABAJOS FORZADOS
Autor:
Luis G. Torregrosa Lopez (Villena - España)
Las volutas de humo del cigarrillo subían hacia el techo caracoleando. No dejaba de fumar y beber. Sudaba. Me senté un instante para reponer fuerzas, alejado de la luz cenital, en la penumbra de la estancia. Los demás se sentaron también. Llevábamos ya ocho horas y aquello parecía no terminar nunca. Cuando me sentí algo aliviado volví a levantarme.
-¡Vamos, señores, que no estamos de vacaciones!-, grité.
Y nuevamente, con la rutina de cada mañana,
cada tarde y cada noche, retomamos el trabajo: fui yo el primero en volver a
golpear al preso.
EUNUCOS
Autor:
Luis G. Torregrosa Lopez (Villena - España)
De todos es sabido que los eunucos son hombres castrados,
mutilados, y que con ello garantizan los sultanes que sus mujeres recibimos el
mejor de los servicios domésticos sin correr riesgos de aventuras sexuales. A
mi siempre me ha resultado cruel la imagen del eunuco, privado de su sexualidad
y condenado de por vida a vivir a las puertas del placer, viendo mujeres
rebosantes de belleza en la intimidad de la alcoba sin poder sentir por
ellas hervir la sangre.
Y sin embargo, allí estaba, frente a mí,
escondido tras el enrejado, el eunuco más viejo de los que mi señor dispuso
para distraerme, masturbándose.
HECHIZO DE LUNA
Autor:
Luis G. Torregrosa Lopez (España)
Recorrí el sendero que lleva al borde del valle. La noche clara permitió mi primera salida en solitario, curioseando. Desde la altura contemplé el paisaje. Permanecí algún tiempo apreciando el silencio, escudriñando en las sombras, olfateando el aire fresco. No me di cuenta hasta más tarde que mimadre me había seguido. Estaba unos pasos atrás.
- ¿Qué haces?-, dijo.
- Veo los riscos y los árboles centenarios salpicados entre las rocas; observo al búho que, de rama en rama, busca la presa; sigo con la vista las volutas del humo gris que salen de aquella cabaña, y me tiene atrapado el brillo de la luna allí, al fondo, sobre la superficie del río.-, contesté.
- ¿Y qué sientes?.-, prosiguió ella.
- No lo sé. Algo dentro de mí me obliga a mirar la luna, a temerla y a quererla.-, respondí.
- Pues haz como yo, hijo mío: aúlla, que
ya has dejado de ser un lobezno.
Gente
común
Autor:
Luis G. Torregrosa Lopez (España)
Eran
un puñado de hombres y mujeres seleccionados. Había blancos, mestizos; de
diferentes culturas y lenguas; de gustos diversos y absolutamente desconocidos.
En el terreno de lo común, eran todos ellos respetables, buenos vecinos y
ejemplares ciudadanos, amantes de sus familias y entregados al trabajo. Amas de
casa, ejecutivos, administrativas, y hasta un estibador del puerto. Guardaban el
silencio y la atención debidas y todo era en ellos sentido común y
responsabilidad. Por eso a nadie le pareció extraño que a la pregunta del
magistrado contestará la portavoz de todos ellos: pena de muerte.
DOS MANOS
Autor:
Luis G. Torregrosa Lopez (España)
Tenía dos manos minerales de organizar los surcos de la tierra; manos poderosas, oscurecidas por el sol, ajadas por el frío. Manos firmes, de lluvia y ventisquera, de malas hierbas y azada vieja. Manos de tormenta, como mazas, las mismas manos que alzaban al niño de su cuna, que acariciaban la mujer en la espesura de las sabanas. Las manos de mi padre, campesino, que ahora ni reconozco ni quiero al verlas sobre su pecho, lívidas y dóciles: manos de muerto.