Autora: Elsa Calzeta
I Amor:
No
intento saltar el abismo ni
detener los días.
Te
escribo simplemente para
impedir te desnuques en la sombra. Las
horas se tragan a sus hijos
y
después todo
es nostalgia o desmemoria.
Pero,
amor, en este instante te suspendo
en
mi conciencia sin
dejarte, libre esté de tal suicidio, crucificado
como la mariposa en la vitrina.
Entonces,
la
tierra se abre hacia tu nombre
y
te nace, amor, con
toda la intensidad del parto.
II Necesito
de la noche,
transitarla
al sesgo,
sin
dañarnos.
Recorrer
la última esquina del olvido, enjugar
el llanto y otras voces.
La noche, hecha de harapos y cansancio,
tiene
largo el silencio y
por sus calles el
pie no toca el barro. Las
yemas de los dedos oscilan entre
palpar lo que no existe o
ahuecarse en el vacío para siempre.
Lo peor de rondar la noche es
regresar con el cántaro vacío sin
saber detrás de cuál puerta
dejé
mi corazón.
La noche no me llama
ni
me espera Yo
acudo en nombre del padre a
estirar sus sábanas de
puro terca.
Tal
vez en algún rincón
le
ponga nombre
al
quien aún no ha nacido.
Las figuras no necesitan de
la noche para unirse. Tampoco
la
sombra basta
para
desdibujar el desamor.
Como azúcar en la leche las
formas jalan desde
la mirada de un niño.
Y
todo lo que existe más
todo lo que resta
es
una silueta larga como
un caos antes de morir o
la muerte después de la palabra. Las
figuras y el poema se
están a orillitas del sueño son
la voz del horizonte
agachadita
y mansa.
Todo lo abarca la duermevela del verso aunque
después
salga
de casa a tomar el colectivo.
III
Alguna
vez el cubo tuvo doce aristas, un
hocico el asno y
la semana siete calendarios.
Alguna
vez creí sembrar de cien en cien y
cosecharle un nombre a cada cosa. Pero
desde que la mesa levanta un solo plato mi
rodilla se confunde con la oreja izquierda. El
ombligo en caída libre y
no sé sobre qué pie descansar los golpes.
IV Que
alguien recuerde fecha,
lugar y nombre. Que
el testigo cumpla con la ley y
se archive este sueño de
envejecer contigo, amor, costado
con costado. |
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