Autor: Diego Martin Rotondo
Carroña era como le llamaban en Adrogue, había visto la luz por primera
vez dentro
del cadáver de un viejo Ford donde su madre solía ocultarse del padre. Esta
murió antes de que la cabeza del niño terminara de salir de sus entrañas.
Carroña tuvo que quedar al cuidado de su abuelo, un viejo fabulador y borracho
que vendía flores en el centro. El viejo había sido boxeador y jamas había podido vencer a ningún rival. Gracias a dicho trauma
Carroña desde sus tres vírgenes años tendría que soportar los golpes de su
abuelo, todos plagados de odio y resignación. Pero aquellos golpes parecían no
hacerle suficiente daño como para dar por satisfecho al viejo que lo azotaba
casi tan fuerte como a alguno de su tamaño.
Cuando tuvo cinco abriles, el viejo mostró su primera bondad y le regalo
a su nieto sus primeros guantes de box, unos guantes viejos y gastados, unos
guantes que jamas habían conocido el sabor de la gloria. Carroña no podría
ser otra cosa que un pegador, un artista de puños. A los catorce años y
gracias a la insoportable insistencia de un primo aficionado a los golpes, Carroña
comenzó a entrenarse en un viejo gimnasio en Lanus. Los que lo veían entrenar
no daban ni tres pesos por Carroña pero aun así no podían comprender como un
pibe de esa edad pudiera dar golpes tan furiosos y abominables con un cuerpo
casi insignificante. Carroña solía ametrallar las bolsas de arena con una
potencia irreal. En aquella etapa ya tenia varios problemas, cada dos o tres
semanas había que ir a sacarlo de la comisaria, ya que este se sentía tan apañado
por sus furiosos golpes, que desafiaba hasta tres tipos juntos a pelear en la
calle o en donde fuera, también en esa etapa se había bien ganado el apodo que
lo marcaría de por vida.
Una fría noche de junio el abuelo fue encontrado casi muerto y con la
cara desfigurada tirado sobre la vereda, nadie denuncio el hecho, todos sabían
que el viejo se lo merecía, ese día se habían oído gritos en la casa del
viejo, todos supieron que era él ultimo golpe que recibiría el muchacho del
viejo. Para esa etapa Carroña media tan solo un metro cincuenta y pesaba
solamente cuarenta y ocho kilos. A los quince años, los dueños del gimnasio
tenían que comprar bolsas nuevas semanalmente ya que Carroña las rompía casi
con tanta facilidad como maderas podridas. Nadie quería ser sparring de Carroña,
nadie del gimnasio quería pelear con él. Carroña no sabia lo que era pelear
arriba de in ring. Era imposible enseñarle.
Entonces llego ese día que marcaría la historia de Carroña. Su tío
que era su entrenador, se había parado durante horas mirándolo entrenar y
llego a una imprescindible conclusión, había que conseguir un combate.
El debut fue arreglado para un viernes lluvioso, iba a ser en la federación
de box, lugar habitual, donde uno podía ver peleas estupendas entre dos
desconocidos y con la pobre presencia de cien o ciento cincuenta espectadores de
sangre. Ese día iba a haber seis peleas, y Carroña como buen principiante
tenia que pelear en la primera. Su rival, un correntino apodado “El
Desollador”, tenia dieciocho años y cuatro peleas ganadas por knock out, sin
duda seria la prueba de fuego para el pibe de Adrogue.
La
pelea duro tan solo dos segundos, y el Desollador tuvo que ser llevado de
urgencia a un hospital por haber quedado inconsciente y con la mandíbula
fracturada a raíz de un único golpe que recibió de Carroña. La poca gente
que espectaba lo increíble había quedado en un silencio frío y siniestro que
hacia que se escucharan las ráfagas de viento que venían de la calle y
anunciaban una tormenta furiosa y tan violenta como el alma del infierno.
Después
de ese debut tan anecdótico, Carroña se transformo en una especie de mito
dentro de su barrio, todos comentaron la pelea durante meses.
Luego de haber ganado cinco peleas mas, y todas definidas en menos de un
minuto, a Carroña con tan solo dieciocho años le dieron la oportunidad de
pelear con el campeón nacional de peso mosca, apodado “El Tornado Molina”
el cual también tenia antecedentes de peleas ganadas tan violentamente como
Carroña, además, tenia un estado físico mucho más privilegiado que el
Pegador de Adrogue.
El pibe cobraría cincomil pesos si perdía y veintemil si
ganaba. El día de la pelea, Carroña le dijo a su tío que esta vez pegaría
como nunca, ya que tenia imaginadas todas las cosas en las que iba a invertir su
plata. El tío penso que era una ironía del muchacho, pero este era demasiado
sincero.
Un tres de febrero, el Tornado Molina murió sobre el ring, cinco
segundos antes de la campana que marcaba el final del segundo round. La prensa
comenzó a acosar a Carroña y a su tío, él arbitro del encuentro fue él mas
discutido, se había ganado la primera plana del Diario en la cual figuraba como
el que podía haber impedido la ejecución de Molina, ya que no había visto la
supuesta toalla que habían lanzado para impedir que Carroña
ametrallara
a golpes al campeón.
Bien o mal Carroña era el campeón nacional, poco tiempo después lo fue
sudamericano, solo que dicha vez su rival no murió. Pero lo que Carroña quería
era llegar a ser el campeón del mundo y que todos lo conocieran como a
“Maradona” su ídolo. Quería salir en todas las revistas, quería
escucharse por la radio, quería ser el rey. Para ello debería pelear con un
negro Americano apodado “El sucio Jack”, de este se comentaba como su apodo
lo decía que era el infierno de cualquier rival, era tramposo y jamas nadie había
podido conectarle un buen golpe, ganaba todas sus peleas por puntos, ya que no
se destacaba por ser un pegador fuerte. A Carroña todos los comentarios de su
futuro rival le parecieron cómicos, estaba seguro de ser invulnerable a
cualquier peleador.
Carroña
a raíz de sus deseos de enfrentar al campeón mundial, comenzó a ser acosado y
asechado por la prensa argentina, eso no era para menos, Este muchacho era el único
boxeador en la historia del mundo que había matado a un rival y había mandado
al hospital en estado grave a
los otros.
La cara de Carroña comenzaba a figurar en decenas de revistas
de deportes, siempre con el
mismo encabezado “El Pegador de Adrogue”.
Cuando acababa de cumplir los diecinueve, Carroña ocupo las tres paginas
centrales del libro de los Guiness,
esto cultivo su orgullo de manera increíble. Todos los meses retaba públicamente
al Sucio Jack, y hasta ese momento este
ni su manager se daban por enterados.
Un veintitrés de noviembre, Carroña y su equipo que ahora
conformaban su tío, su primo
y un amigo entrenador recibieron el sí del Sucio Jack, la pelea iba a
ser en Las Vegas y la bolsa para el ganador seria de tres millones de dólares.
Carroña se había transformado en un volcán a punto de hacer erupción, los
nervios que le causaban los periodistas que no lo dejaban ni a sol ni a sombra y
la ambición desmedida que le producía la bolsa del encuentro se estaban
comiendo su espíritu. Ser campeón del mundo le interesaba mucho menos que la
fortuna en juego, su pasión y su orgullo estaban apuntadas solamente a “la
guita”.
A tres días de la pelea y ya estando alojado en Las vegas Carroña tuvo
un incidente por una de las calles de esa ciudad, había un fotógrafo que no
había parado de robarle imágenes, esta vez Carroña se encontraba tan
tensionado que no pudo contenerse y golpeo al tipo hasta matarlo. Por suerte no
hubo testigos que lo vieran, lo cargo en el baúl del auto que había alquilado
y lo
abandono en un descampado en las afueras de la ciudad.
La mañana del día de la pelea, Carroña sentía que recibiría un
infarto de un momento a otro, su orgullo se desvanecía
se comenzaba a sentir de nuevo como el negrito camorrero de adrogue,
empezó a dar vueltas por el cuarto de su hotel rompiendo todo lo que se le
cruzara, cuanto se calmo encendió el televisor
busco algún canal donde hablaran español, y vio una nota traducida a
los managers de su rival. Estos consideraban al retador como una piltrafa con
suerte, un tipo que no sabia lo que era el boxeo y que era más fácil de vencer
de lo que nadie se imaginaba, no paraban de referirse a el con esa palabra,
“piltrafa”. Carroña no sabia leer ni escribir, y tampoco sabia lo que
significaba esa palabra, pero intuía que no era nada bueno.
A dos horas del traslado de Carroña hacia el estadio, se apareció en su
cuarto del hotel un anciano encapuchado con un revolver en la mano, lo apunto y
comenzó a insultarlo, lo trato de miserable
y desagradecido y le dijo que no lograría salir con vida del lugar, que
lo menos que merecía era la muerte. El viejo se saco su capucha, era nada menos
que su abuelo, al cual Carroña creía muerto. En ese momento el viejo lo
“despidió” y le apunto el arma a la cabeza, y justo ahí fue cuando alguien
le tomo el brazo que sostenía el arma y se lo bajo bruscamente, pero el disparo
salió e hirió la pierna de Carroña. Este se retorció en el piso gritando y
llorando, no podía creer lo que estaba sucediendo. Antes de que el tío de
Carroña que era el que había agarrado al viejo, saliera a pedir ayuda, el
muchacho desde el suelo le dijo que por lo que más quisiera, ignorara lo que
estaba sucediendo, que le pusiera una venda bien ajustada y que seria tapada por
sus pantalones. Su tío ato y amordazo al viejo, después busco un botiquín y
tapo con vendas y desinfectante la herida de Carroña, apretó mucho casi
cortando toda la circulación de la pierna. En ese momento fue cuando le dijo a
Carroña que durante todo el día había recibido varias amenazas de que si
ganaban la pelea no iban a volver vivos al hotel, le explico que así era como
funcionaban las cosas cuando se trataba de una pelea con el campeón, que sin
duda ellos pensaban que había muchas posibilidades de que este perdiera y en
ese caso los Yankees no aceptarían que un salido se la nada le quitara el
titulo y menos un sudamericano. Carroña debería perder la pelea y llevarse los
quinientosmil que le correspondían no quedaba otra opción. El muchacho
permaneció en silencio durante unos segundos, alzo su cabeza y le pregunto a su
tío que significaba “Piltrafa”.
Cuando el anfitrión de la pelea anuncio a “El Pegador Carroña”, los
abucheos del publico ochenta por ciento Americano casi lo ensordecieron, Carroña
subió al ring, volando de fiebre, pero lo fingía bastante bien. Para recibir
al campeón se monto un espectáculo increíble con música en ingles, muñecos
gigantes y rayos láser. Carroña sabia que debía perder y esto lo angustiaba y
consumía su ultimo orgullo.
La campanada inicial marco el comienzo de la pelea, y El Sucio Jack
comenzó a danzar alrededor de Carroña, este se hallaba desconcertado
totalmente, y su vista se nublaba de a ratos y su pierna le daba puntadas
horribles. Tiro tres, cuatro, ocho golpes y el negro se los esquivaba con una
facilidad angustiante, paso el segundo, el tercer round (al que Carroña no
conocía) y ya comenzaba a olerse la sangre que parecía brotarle de los poros,
Carroña no podía pegar, y le estaban empezando a salir lagrimas de los ojos,
el negro se abusaba y lo golpeaba con tanta dureza que Carroña comenzó a
recordar a su abuelo. Cuando llego la campanada de descanso Carroña miro hacia
lo lejos y vio ingresar decenas de policías, salían como hormigas de todas las
entradas del estadio, Carroña recordó al fotógrafo.
Al
comienzo del cuarto round Carroña se paro mucho más firme y volvió a mirar a
los policías que se acercaban al ring como en una avalancha que teñía el
estadio de negro y azul, en ese momento gracias a su distracción recibió un
golpe que lo derribo y lo dejo con la vista totalmente nublada, fue entonces
cuando comenzó a oír el conteo y miro desde el
suelo hacia el costado, tres, cuatro, una bella mujer rubia y muy
maquillada no paraba de gritarle una palabra que el ya no desconocía: “¡Piltrafa!”,
Seis, siete.
Carroña se levanto antes de que él arbitro pudiera contar ocho, este le
pregunto con señas si estaba en condiciones de seguir y Carroña asintió,
antes de que el negro se acercara, Carroña miro a los policías y miro a la
mujer que no paraba de gritarle esa palabra, entonces se enfoco con una mirada
fija y siniestra en El Sucio Jack, lo empujo con los dos guantes contra las
cuerdas y empezó a golpearlo como nunca había golpeado a nadie, le daba
ganchos mortales en el abdomen, en las costillas y en la mandíbula, lo golpeaba
en cualquier parte, parecía querer quebrarle los antebrazos cuando el campeón
se protegía. De repente el negro comenzó a escupir sangre a chorros con cada
golpe, Carroña podía sentir en sus puños las costillas del Americano romperse
como maderas, maderas buenas crujiendo. El arbitro lo tomo para separarlo pero
no logro detener el derechazo asesino que Carroña le dio en medio de la frente
al casi finado Jack, que callo boca abajo junto con olas de sangre que manchaban
el suelo del ring infectándolo de muerte. Miles de espectadores habían quedado
en silencio, la policía que se acercaba al escenario se había petrificado
viendo aquel espectáculo. Carroña era campeón del mundo, y antes de que todos
subieran al ring, se subió a las cuerdas, alzo una mano con el guante en gesto
ganador y con la otra mano se tomo los testículos y grito varias veces: “¡Yo!”.
Dos días después de su arresto Carroña fue hallado muerto a
cuchilladas en la celda que lo alojaba. Llevaba su cinturón de campeón en la
cintura. Su tío y su primo aparecieron acribillados dentro de un vagón de
tren. El Sucio Jack estuvo tres meses en coma, jamas volvió a pisar un ring. El
abuelo pudo escaparse del hotel donde lo habían dejado atado, fue a la prensa y
cobro diez mil dólares por contar la historia de su “querido nieto” Carroña...
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