DIARIO
Autor: Fernando Luis Pérez Poza
Septiembre. En agosto llamé para ponerme de acuerdo contigo pero no estabas. Fue una lástima. Quería contarte todo lo que me sucedió durante el mes de julio e informarte de los buenos propósitos que me estimulan para afrontar con alegría una nueva temporada de otoño e invierno. Me imagino que habrás iniciado las vacaciones y que estás en pleno agobio de sol, la playa, los mariscos gallegos... ¡Ojalá yo también me encontrara ahí, contigo! Pero no me queda más remedio que esperar a tu regreso. ¡Tengo tantas cosas que decirte!
Octubre. Nada. Sin noticias tuyas, a pesar de que inundo tu correo de e-mails... Es como si te hubiera tragado una nécora mientras practicabas submarinismo en la playa de Cabío. ¡Ya sé!! .... Lo más probable es que hayas cogido esos días que te debían de vacaciones y aprovechado la veta de buen tiempo que han dicho en las noticias de la tele que se está produciendo y es tan poco habitual por esos pagos. La playa es genial y probablemente hayan afluido a tu memoria montañas de recuerdos, de cuando eras niño e íbamos a bañarnos en sus aguas con tus primas y tus tíos en aquellas jornadas maratonianas de sol a sol. Fue allí donde comenzó tu afición a la pesca submarina que con tan suculentos manjares y durante bastante tiempo nos ha obsequiado el estómago.
Noviembre. Sigo sin saber de ti... y aunque te envío misivas a través de todos los medios y sistemas habidos y por haber, nunca me respondes. Es posible que el trabajo no te deje un minuto libre. ¡Estoy seguro!... Pero, vamos, una llamadita la podrías hacer. O será que te has ido al extranjero a dar clases en comisión de servicios del Ministerio de Educación. Si el destino te ha llevado a Brasil ya me contarás a qué sabe la caipiriña y si ha sido a Cuba ¿te acordarás de traerme la receta del mojito? Por si acaso, ayer pasé por delante de tu casa, pero tenías las persianas cerradas y no me atreví a llamar a la puerta. Sé, por propia experiencia, que es muy molesto que te despierten si estás echado, durmiendo una siesta. Yo cada día me encuentro un poco más solo. Ahora ya ni la vecina me dirige la palabra. Se ha vuelto muda y cuando la encuentro en el descansillo de la escalera me tuerce la cara. Sí, estoy solo, y no tengo a nadie a quien contarle el terrible problema que estoy padeciendo.
Diciembre. Te llamé y me respondió Burt Simpson diciéndome que no estabas. Por cierto, ya es casualidad que los dos hayamos escogido el mismo personaje para el buzón de voz. Como no estabas, dejé un mensaje. Ojalá no se borre. En ese momento me sentí como un náufrago lanzando una botella al mar. Hace frío y yo sigo con los problemas a cuestas. Apenas salgo de casa. Espero que estés donde estés lo estés pasando bien, valga la redundancia. Mi cabeza es un lío. Las ideas se me enredan como si fueran hilos de un ovillo con los que está jugando el gato y aunque tiro de la madeja nunca encuentro el principio. Ya verás cuando te lo pueda contar, te vas a quedar alucinado. ¡Es todo tan extraño! Aunque quizá cuando te enteres el asunto te parecerá pecata minuta. Yo siempre hago de una gota una inundación y a lo mejor a ti te está cayendo el diluvio por encima.
Enero. Nada. Las persianas siguen cerradas y empiezo a pensar que sólo eres un producto de mi imaginación. Sí, las neuronas me patinan a veces y ya casi no distingo entre la ficción y la realidad. Un trozo de oscuridad invade mi cerebro y me arroja a un pozo cada vez más hondo. Tal vez nunca naciste. Tal vez tú nunca fuiste tú. Tal vez solamente eres el producto de un sueño. Pero yo juraría que en este mes es tu cumpleaños. Esto cada vez me resulta más extraño. He preguntado a algunas personas y me han dicho que no te conocen, que no saben de quién les estoy hablando, que no te han visto en toda su vida. He pasado por tu casa y entrado en el portal y en el buzón no hay ni una señal de tu paso por ese edificio, tu nombre ha desaparecido, en su lugar alguien ha puesto el mío.
Febrero. En la pescadería tampoco te recuerdan. Y me han mirado como si yo estuviera un poco chiflado. Dicen que yo nunca tuve una hija, que nunca estuve casado, y si me descuido hasta que nunca fui humano. Pero yo sé que tu mundo es la realidad y no la ficción. Tú sabes que siempre te he deseado lo mejor y que me habría gustado formar parte de tu vida como un si fuera un brazo, un ojo, un pie tuyo. Tú sabes que habría querido celebrar todos tus cumpleaños, como el mes pasado, en que a pesar de que no estabas compré una tarta, encendí las cuarenta y tres velas de turno y las apagué con el fuelle del colchón de playa, porque mis pulmones ya no dan para más.
Marzo. La soledad se va acentuando. Cada día te echo más de menos. Quiero seguir a tu lado. A fin de cuentas, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que nos hicimos amigos, desde que te encontré en la calle un poco despistado, desde que me enviaste aquellos largos e-mails donde me relatabas todos los pormenores de tu atribulada existencia? Lo que no termino de entender es por qué los e-mails llegan de regreso a mi ordenador, por qué las cartas son como boomerangs que retornan siempre al buzón de mi portal, y por qué las llamadas telefónicas suenan en mi teléfono móvil cuando marco tu número.
Abril. Ya no lo soporto más. Tengo que contártelo. Necesito decírselo a alguien y no puedo esperar. Es algo que me come por dentro, como un gusano interior que se alimenta de la soledad. En el mes de julio pasado fui al médico, al psiquiatra. Sí, ya sé que te estarás preguntando por qué. Y te diré que ni yo mismo lo sé. Quizá era que me encontraba mal, que nuestra relación me estaba saturando un poco, que estaba cansado de escuchar tu voz como si de un altavoz instalado en mi cerebro se tratase. Lo cierto es que fui y que tras numerosas pruebas y preguntas me diagnosticó esquizofrenia. Sí, me ha dicho que tú solamente eres otra personalidad que en ocasiones vive en mí y que gracias a la medicación que él me ha recetado me has abandonado. Quizá por eso te echo de menos. ¿Sabes? Añoro aquellos tiempos en los que nos turnábamos en este cuerpo para salir a dar una vuelta o simplemente para ver la televisión.
Diciembre 2001©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
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