BORGES

Autor: Alejandro Mármol

 

Titular Borges a un cuento resulta como jugar con fuego; pero aun ante el riesgo de quemarme me involucro en la faena, me entrego, mas con resignación que audacia. A su alrededor gira mi historia y a su sombra pretenderé contarla.

Doblo la apuesta del peligro al agregar a estas líneas un sueño, sin perder conciencia de este fin de siglo e irguiendo la cabeza ante los que me tilden de arcaico. Pero no pretendo demostrar nada, sólo contar lo que me sucedió, amparándome a la sombra de lo "real" porque no tengo modo de aislar un sueño vivido de la cotidianeidad de mis días. Un sueño más real que las palabras con que ahora pretendo contarlo.

Esa mañana, la del día de ayer, la que de algún modo inicia este relato, después de mucho esperar tomé al fin la decisión de comprar las obras completas de Borges con los ahorros que lentamente había ido acumulando en una lata. Me hice de los cuatro tomos e inicié, de regreso en mi hogar, esa especie de ritual fetiche que ni me avergüenza ni me enorgullece, que consta de acariciar los libros como si se tratara de la tibia piel de una mujer, hojearlos todos sin leer, buscar el lugar que se merecen en la biblioteca, alejarme a prudencial distancia y observarlos, volver a tomarlos para mirar la edición, acercarlos a la nariz para sentir su aroma, y en círculo al inicio, como perdido en un anillo de Moebius.

Por la tarde me entregué a la lectura y perdí la noción del tiempo. Recorrí las hojas del tomo número uno en forma desordenada y cuando ya entrada la noche mis ojos me rogaron una tregua me hallaba frente al cuento "Las ruinas Circulares" de Ficciones. El sueño me doblegaba de prisa, mientras en la duermevela alternaba entre el título del cuento que me resultaba sugerente y las reflexiones que se superponían confusas, fruto de "Pierre Menard, Autor del quijote" . Entonces quedé dormido y comenzó esta historia.

El sueño tenía la nitidez que suelen tener los sueños intrascendentes, sin embargo dudo que alguna vez pueda llegar a olvidarlo. En ese lugar intangible yo escribía "Las ruinas circulares" palabra por palabra, coma por coma; fluían las oraciones moldeando la historia que conocía a medida que escribía y me sorprendía a mí mismo por lo que con naturalidad expresaba. Después del punto final no recuerdo nada, sólo una oscuridad inquietante como la de quien no duerme sino solamente a cerrado los ojos y aguarda.

Al despertar me sentí renovado, limpio. Me aboqué a la lectura de "Las ruinas circulares" y descubrí sin sorpresa que todas las palabras me resultaban conocidas. No leía, releía. Lo que había soñado no era parecido: era igual, letra a letra, punto a punto.

Me tomé un tiempo para meditar antes de comenzar a detallar lo acontecido, y aun así estoy convencido que toda explicación será apresurada. Por un lado se me ocurre (influenciado por el cuento origen de este relato) que ni Borges ni yo lo escribimos sino que somos solo el sueño de quien realmente lo escribe. Seguramente otros lo habrán escrito antes, seguramente muchos lo escribirán en el futuro. Por otro lado se me ocurre que quizás tenga que ver mas con "Pierre Menard, autor del quijote" y que la lectura del cuento que escribí sea radicalmente opuesta a la del cuento de Borges porque sencillamente lo incluye y por lo tanto lo modifica y deforma.

Detractores que nunca faltan me sugirieron, creyendo su teoría mas verosímil que las mías, que nunca soñé lo que supuse, sino que simplemente sufrí un desequilibrio temporal entre los hemisferios del cerebro que confunden al individuo haciéndole creer que ya vivió el momento presente.

Sin pretender jactancia dejo la decisión en manos de quien lee, que en definitiva encuentra lo que desea encontrar. (*)

Buenos Aires, 11 de Mayo de 1998.

 

(*) Un amigo, después de leer estas líneas, desechó todas las teorías expuestas y atribuyó el extraño suceso a una repetición del azar (recordemos que aunque las probabilidades tienden a cero es factible una repetición en lo infinito) en los destinos que la Compañía nos depara en esta intangible lotería de Babilonia donde nos hallamos inmersos.

 

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