Respuesta a Alejandro Mármol y María Geldstein
Autor: Pablo Banegas
Nada,
pero absolutamente nada, va a cambiar mi opinión sobre el cuento MANO DE ACERO
O LA ENCRUCIJADA. Es un cuento muy malo, tal vez con mucho trabajo tenga
arreglo, pero dudo de que hasta el propio autor siga teniendo interés en ese
texto.
Mi
participación en esa página es totalmente involuntaria. YO NO LE PEDI A MARMOL
QUE PUBLICARA ALLI MIS CUENTOS, es más, no se me hubiera ocurrido ni abrirla aún
estando mis cuentos allí sino hubiera sido por cierta "insistencia".
¡Por favor no vayan a creer que le dí los cuentos a Marmol para que los
publicara! Honestamente no muero por salir en esa página, que a esta altura
deben haber abierto diez personas
(no creo que esta opinión subjetiva difiera demasiado de los números reales) y que deben
ser muchísimos menos los que la han leido y tampoco creo que esta tendencia varíe
en lo que le resta de vida.
Ahora
me animo a decir que nada, pero absolutamente nada, me quita el sueño o me
inquieta demasiado sobre nada.
Contesto
sin demasiadas ganas sobre los comentarios del comentario que hice sobre el
cuento MANO..., a esta altura aquello me parece vacío, superficial e
intrascendente (como el motivo que lo generó y el espacio en el que se publicó).
Se me acusa de pajero:
yo nunca fuí a un taller literario. Pero conozco algunas persona que sí
fueron, ignoro si pasaron por esa experiencia tan traúmatica o repugnante (eso
de que les pegan, se masturban
y no sé cuántas cosas más y que me parece que Mármol sí sufrió y
encima nunca consiguió que le dijeran lo que él quiso que le dijeran) y hoy
forman una interesante camada de escritores, que publican, tienen algún éxito,
aquí y en el exterior y no se pajean en una oscura página de internet.
Cuando
Mármol me invitó en forma personal a participar de esta página me dijo que
podía hablar o discutir de lo que quisiera (recuerdo
textual: "para opinar hasta de las piernas de Palermo"). Yo
interpreté aquello como una señal, un poco ingenua, pero señal al fin, de
amplitud. Pero no, de eso se trataba: en ningún momento advertí que había que
hablar solamente de Palermo, de lo contrario (perturbando la tranquilidad de su
refugio literario), las huestes moralizantes del pensamiento correcto lo acusan
a uno de fascista, dogmático y mediocre. Debí advertirlo porque recuerdo que
escuché cuánto lo preocupan y angustian, por ejemplo, los suplementos
literarios de Página/12 al punto de cegarlo y hacerle confundir la literatura
de siglo XIX con el boom latinoamericano, dato que da la errónea impresión de
que ignora de lo que habla.
Cambiando
de tema hay una persona que se llama María Goldstein y dice que soy triste, patético
y que escribo cuentitos. Creo que con María Goldstein hay algo personal. No
conmigo obviamente, sino con el clan Mármol que dice no conocer pero que
sugestivamente defiende como un cruzado. Sería conveniente que empezara a
elegir mejor las compañias. Yo no defiendo y mucho menos tengo por Dios a
Abelardo Castillo, hay muchas cosas de él que no me gustan (¡por favor que no
se entere que dije esto!), pero convengamos que si así fuera, si yo decidiera
tomar partido por Castillo tendría más argumentos para discutir (una obra).
Habría que avisarle a la pobre María que el Clan todavía carece de ella (la
obra).
Tanta
promiscuidad produce el virus de Carret:
¡son más pelotudos que el Pato Carret!
Les
dejo la última palabra, tengo que ir a escribir una novela, PABLO BANEGAS -
8/5/2001
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